Untitled Document Fundación Batuz, el primero de julio del 2001 OLA y ABEL. Una escalerita de madera nos lleva por la ventana hasta el taller de Ola (27 años, polaca) y de Abel (26 años, Húngaro). Ola está de cuclillas delante una pintura que acaba de realizar y parece no vernos; Abel, en cuanto a él, nos está esperando firmemente...  | Abel pinta en su taller | Ambos son fieles a la Fundación. Primero llegaron como ganadores de un premio reservado a los jóvenes artistas, y ahora vienen como profesores para los adolescentes y los chicos que van a la Fundación. Aunque no sea ésta su vocación, enseñar el arte les permite mirar su propio trabajo con cierta distancia. Abel, desde ya profesor de percusión, nos habla de la dificultad de transmitir al otro una manera de representar, de expresar las emociones, ya que ésta es inevitablemente personal. Claro está que se trata de una responsabilidad fuerte: si cada uno dispone de un sentido artístico, hay que saber revelarlo... Sin embargo, la enseñanza es sobre todo un medio de ganarse la vida. Ellos perciben el cambio político en Europa del este como el fin del estatuto de artista. Al ser pendiente de cierta difusión cultural,el gobierno comunista les ofrecía oportunidades. Pero hoy en día, la primera generación de la clases altas no se interesa en ellos y se ven obligados a huir de su país para vivir de su arte. Europa y Estados Unidos son las destinaciones más preciadas por los jóvenes creadores. Ola pinta |  | Abel trata de promover la vida cultural en Europa central al organizar un campamento de artistas en uno de los pueblos más pobres de la región. El intercambio con artistas provenientes de otros horizontes es fundamental. Ola y Javier (uruguayo) no hablan el mismo idioma, sin embargo, entretienen una hermosa amistad a través de un trabajo artístico en común. Ciertos juegos como el cadavre exquis (famoso juego entre los surrealistas) aplicado al dibujo son también una forma de confrontar las percepciones. Al juntar artistas de nacionalidades e historias propias muy distintas, la fundación Batuz crea una red de seres con sensiblidades 'conectadas'.
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